Claude Mabowa Sasi perdió a su madre, un hermano y una hermana como consecuencia del ébola. Pero en lugar de resignarse a morir cuando él también contrajo el mal, apostó a la vida y decidió buscar la forma de completar los exámenes de admisión a la universidad.
Su madre soñaba con que él cursase estudios universitarios. Para ello, primero debía aprobar un examen de ingreso.
Los exámenes se llevan a cabo una vez al año en el Congo y Mabowa, de 21 años, estaba encerrado en una sala aislada de un centro médico. No se le permitiría sentarse en el mismo salón que los otros estudiantes que tomaban el examen.
El personal médico del centro de tratamiento del ébola manejado por la Alianza para la Acción Médica Internacional (ALIMA), conmovido por su determinación a estudiar, no obstante, ofreció una solución.
Encontró un profesor dispuesto a tomar el examen a Mabowa en circunstancias particulares, del otro lado de un vidrio. Se le pasaron los papeles a Mabowa sin tocarlo a él. Cuando terminó el examen, colocó las hojas, una por una, junto al vidrio para que las fotografiasen con teléfonos y fuesen enviadas a la universidad para ser evaluadas. Las hojas sobre las que escribió Mabowa y el bolígrafo que usó fueron quemados. La parte oral del examen se hizo con el vidrio de por medio.
Mabowa completó los exámenes el sábado y ahora espera los resultados, siempre aislado. Se supone que podrá salir cuando ya no tenga el virus en su cuerpo. Su deseo es estudiar ciencias políticas en la Universidad de Kisangani.
“Mi madre me dijo: ‘Hijo, debes estudiar. Si tienes un diploma, te irá bien en la vida. Incluso si ya no tienes a tus padres, debes vivir tu vida’”, relató el muchacho.
Un brote de ébola en el este del Congo ha matado a más de 1.700 personas en casi un año. Los trabajadores de la salud se afanan por contener el brote y tratan de detectar, vacunar y aislar a la gente que entra en contacto con personas que llevan el virus, el cual es muy contagioso.
Las únicas personas que pueden ver a Mabowa son sobrevivientes, inmunes al virus, y empleados que llevan uniformes protectores de pies a cabeza.
Mabowa ya había perdido a su hermana mayor cuando empezó a sentir fuertes dolores de cabeza y falta de apetito. Dado que se había vacunado poco antes contra el ébola, pensó que los síntomas eran una reacción a la vacuna. Finalmente se presentó en el centro de tratamiento de ébola en Beni cuando la enfermedad le impidió estudiar.
Cuando se confirmó que padecía de ébola, empezó a preguntar a médicos y enfermeras si había alguna forma de que tomase los exámenes. Estudiar no era fácil porque ya no tenía acceso a sus apuntes y otros materiales.
Personal de ALIMA se conmovió y le entregó a Mabowa un uniforme escolar que podía usar mientras tomaba el examen: Pantalones azules y camisa blanca.
“El hecho de que facilitamos el que pudiese tomar el examen es un paso importante en su proceso de cura y recuperación”, dijo Goretti Muhumira, psicólogo de ALIMA.
Lo peor, dijo Mabowa, fueron los exámenes orales, y no solo porque estaba nervioso.
“No podía escuchar bien lo que me decían a través del vidrio. Tenían que repetirlo varias veces antes de que yo pudiese responder”, explicó.
Ahora espera.
«No lo perdí todo. Confío en que me irá bien y en que honraré a mi madre”, expresó. “Si ella estuviera aquí, se sentiría orgullosa de mí”.