Las protestas en Chile no tienen precedente en democracia.
Un modelo a seguir. Un oasis. Un milagro económico.
Son algunos de los elogios que se repetían al hablar del modelo chileno, que con sus brillantes cifras destacaba en América Latina, una región con serios problemas económicos.
Pero esa idea se ha ido resquebrajando en estas casi dos semanas, cuando miles de ciudadanos se han echado a la calle para protestar por la desigualdad y exigir la puesta en marcha de profundas reformas sociales.
El presidente Sebastián Piñera reconoció: «Es verdad que los problemas no se han producido en los últimos días. Se venían acumulando hacia décadas. Es verdad también que los distintos gobiernos no fueron y no fuimos capaces de reconocer esta situación en toda su magnitud». Y ofreció un paquete de medidas y cambió su gabinete.
Pero muchos chilenos continúan en las calles en lo que llaman protestas transversales, porque es gente de todas las clases sociales la que participa en ellas.
Asimismo, no hay partido político que haya quedado libre de críticas.
Los manifestantes acusan tanto a líderes de izquierda, de derecha o de centro, de no haber construido una sociedad con mayor justicia social.
El modelo económico del país sudamericano se ha puesto, pues, en el centro del debate.
¿Pero cuáles son los pilares de ese modelo que antes era considerado exitoso y hoy se critica?
Para explicarlo, hay que ir atrás en el tiempo.
De Allende a los «Chicago boys»
En 1970, Salvador Allende se convertía en el primer socialista electo del mundo e intentó instaurar en Chile un modelo con medidas como la reforma agraria y nacionalización de empresas privadas.
Pero en 11 de septiembre de 1973, el general Augusto Pinochet derrocó su gobierno con un golpe de Estado.
Para entonces, producto de toda la crisis, la economía estaba colapsada y la inflación por los cielos: rozaba el 500%, según los datos del Banco Mundial.
Pinochet implementó una fórmula económica diametralmente opuesta a la de Allende: el país fue como una especie de laboratorio del neoliberalismo en la región. Algo considerado tan polémico como revolucionario en su momento.
El encargado de ejecutar esta estrategia económica fue un grupo de graduados de la Universidad de Chicago, que luego sería bautizados como los Chicago boys.
Y así fue como comenzó la liberación financiera, se relajó el control estatal de la economía y se llamó a la inversión extranjera.
La privatización fue uno de los pilares del modelo de Pinochet: con la creación de la nueva Constitución política de Chile, servicios básicos como la luz y el agua potable pasaron a manos privadas.
También hubo una fuerte privatización en áreas como la educación y la salud.
Éxito de cifras macroeconómicas
Con algunos altibajos, la fórmula económica parecía funcionar. O al menos eso decían las cifras macroeconómicas.
El Producto Interno Bruto (PIB) per cápita chileno comenzó a despegar. El ascenso fue casi constante y muy superior a la media de América Latina.
En 1990, con el retorno de la democracia en Chile, el modelo neoliberal continuó.
Aunque hubo reformas sociales importantes: se introdujeron seguros de salud universal, de desempleo y mejoras en la educación pública.
Estas medidas ayudaron a reducir la pobreza. En el año 2000 el 30% de la población vivía con US$5,5 al día y para el 2017 eran el 6,4%.
También se mejoraron indicadores como la mortalidad infantil que pasó de ser de 16,2 por cada mil nacidos vivos a 6,2 en la actualidad, según datos el Banco Mundial.
Aunque de acuerdo a un reporte de la Organización Mundial de la Salud de 2005, ese decrecimiento de mortalidad infantil se vio fundamentalmente en los hogares con mayor nivel de educación e ingresos.
Durante este período también se dio paso a más privatizaciones de otros servicios públicos, como la llamada «concesión» de las carreteras.
En muchos chilenos comenzó a germinar la idea de que Chile, más que un país, era una empresa privada.
Así llegamos a la situación actual. El aumento del precio del metro, que fue lo que al principio motivó las actuales protestas, ha destapado lo que podríamos llamar la «caja de pandora» del descontento de los chilenos.
Según diversos analistas, había una expectativa entre los chilenos de que la riqueza que mostraban los indicadores macroeconómicos y el gran crecimiento de sus empresas repercutiera en todos los sectores.
Así, las grietas del modelo económico chileno, que se ponía como ejemplo de desarrollo en toda la región, quedaron al descubierto con esta crisis.
Debajo del éxito de las cifras macroeconómicas se escondía un descontento acumulado. Hoy se ha traducido en un estallido social al que aún no se le encuentra salida.
Fuente: BBC