En una gaveta plástica hay 40 almuerzos. Las opciones son: arroz con pollo frito acompañado de menestra o puré y tallarín con carne y maduro frito. Poco a poco se aglomeran las personas al escuchar el llamado de Rosa, la vendedora: “A dólar, a dólar. Ven, come a dólar. Aliméntate, a dólar”.
Son las 13:20 del miércoles 11 y una vereda en la calle Lorenzo de Garaycoa, en la zona del Mercado Central, se convierte en la esquina de los comensales de ‘dolarazos’.
Rosa, una venezolana que llegó hace un año y medio a Guayaquil, cuenta que se inició como ayudante en la venta de este tipo de almuerzos y hace 5 meses se independizó y empezó a preparar las opciones de comida típica ecuatoriana para vender por su cuenta.
La mujer, quien reside en esa zona del centro de la urbe porteña, asegura que se levanta a las 05:00 todos los días para empezar la preparación de los seis menús que ofrece.
Entre esos están pollo frito, apanado u hornado, acompañado con menestra de lenteja, puré o ensalada.
También tienen opciones con carne con tallarines rojos, verdes o bistec.
Elena Rivas, vendedora ambulante de almuerzos en la Bahía, dice que a más de ese tipo de preparaciones, en ocasiones especiales como los fines de semana o feriados ofrecen seco de pollo y hasta llapingacho.
Tanto Rosa como Elena aseguran que la inversión está entre $50 y $70 para sacar entre 100 y 160 almuerzos al día.
Ellas son vendedoras que cuentan con otras 3 personas más que ofrecen los almuerzos por el centro de Guayaquil.
Andrés, otro venezolano, explica que estos dolarazos tienen buena acogida, ya que sus clientes son personas que también viven con el presupuesto apretado y gastar un dólar es cómodo para su bolsillo.
Uno de ellos es David Anastacio, maestro electricista de 60 años, que se dedica a la venta de correas. Él dice que cuando no hay plata no alcanza para el restaurante sino solo para comer de a dólar.
Como él llegan guardias de seguridad, trabajadores de los almacenes cercanos, estudiantes y vendedores del sector.
Sin embargo, la competencia es grande, confiesa el venezolano Víctor Cañizales, quien se dedica a este negocio.
“Hay muchas personas que venden y ya casi no se gana. Hay veces que ya son las 3 o 4 de la tarde ya me toca rematar a 0,50 centavos”, explica.
Venezolanos que empezaron a vender los almuerzos a dólar indicaron que primero probaron con la comida de su país, pero la acogida no fue buena, luego optaron por aprender las recetas de la cocina típica de la ciudad.
Otro sitio en que se ofrecen estos almuerzos es en la zona del mercado de Artículos Varios y en el resto de la Bahía. Allí Andrés Izurieta y su esposa ofrecen almuerzos a dólar y en ocasiones con jugo.
Él comenta que sacan entre 60 y 120 almuerzos al día y que tienen su clientela fija que trabaja en almacenes de las calles 10 de Agosto, Sucre y Colón.
“Les escribimos por WhatsApp y consultamos el menú. Preparamos hasta moros”, manifiesta Izurieta. (I)
FUENTE: EL UNIVERSO