De una rápida actuación, tras caídas provocadas por retos virales como el ‘rompecráneos’, depende que los jóvenes que lo practican no tengan consecuencias irreversibles en su salud, entre las que cuentan las discapacidades permanentes. Así lo explica el gestor de riesgos de la Universidad Central, Christian Rivera.
El ‘rompecráneos’ se viralizó a través de la aplicación Tik Tok, que usan los colegiales para crear y compartir videos cortos. Por ese medio también se difundieron otros retos que estudiantes realizan en sus planteles. Uno consiste en lanzar una bufanda desde atrás y hacer que los chicos de adelante caigan al perder el equilibrio.
No se trata de juegos, aclara la directora de Rescate Escolar, Sybel Martínez, sino de actos de violencia.»Al definirlos como juegos restamos la gravedad que existe porque se entiende que causa diversión y nadie va a salir herido».
Lo primero, explica el gestor de riesgos, es la prevención. “Hay que evitar que los jóvenes practiquen los retos en los colegios u otros espacios”.
Al provocar la desestabilización de una persona al saltar –dice Rivera– se pueden causar lesiones menores como contusiones en la espalda o esguinces en las muñecas. El reto de la bufanda –sostiene– puede generar traumas y lesiones en el rostro, el tórax o clavícula.
En el caso del ‘rompecráneos’ –enfatiza el especialista en riesgos– se puede producir una discapacidad permanente e incluso la muerte. “Al caer una persona desde su propia altura, y aún más si es corpulenta y alta, puede fracturarse el cráneo o la pelvis».
Rivera señala que se debe tomar en cuenta la cinemática del trauma, que consiste en la transmisión de energía del cuerpo a un punto fijo del mismo. “Hay gente que dice que no importa si se cae sobre césped pero incluso así, cuando el cuerpo cae sin control transmite energía y crea lesiones en el cerebro o golpes internos en pulmones o en el corazón”.
¿Cómo actuar ante una caída por retos? Lo primero, dice Rivera, es no mover para nada a la persona afectada y activar a los equipos de emergencia llamando al 911. El riesgo –dice– no es solo por la caída, sino por la atención adecuada en los primeros minutos. “Si la ayuda prehospitalaria llega en los primeros 10 minutos puede ser atendido adecuadamente y referido a centro hospitalario”.
Esto significa que ni compañeros ni docentes deben mover al chico afectado por la caída, ya que pueden afectar, por ejemplo, la médula espinal y causar una discapacidad, dice Rivera. Aún más si la persona que cae tiene alteración de la consciencia, hormigueo o amortiguamiento.
En el ámbito de la atención prehospitalaria hay un tiempo que se conoce como ‘la hora dorada’, anota Rivera. Si se da una adecuada atención desde el momento en que se produjo la lesión hasta el ingreso al hospital, el paciente tendrá mejor pronóstico de recuperación.
En un colegio mexicano, jóvenes siguieron la misma metodología del rompecráneos, de crear un video y volverlo viral, pero dieron un mensaje a la inversa, sobre las graves consecuencias de los retos virales y la violencia que contienen. “No más agresiones para divertir a terceros, no más humillaciones para placer de otros, no más atentados en contra de la salud, no más faltas de respeto a cambio de unos likes”, son algunos de los mensajes de los chicos, que al final del video se quitan las cintas adhesivas de sus bocas y piden a sus pares que no se queden callados si se sienten en peligro o acosados.
Martínez, la directora de Rescate Escolar, recuerda que a Ecuador también llegó el reto de la canela, que consistía en medir cuánto de este producto en polvo puede comer un chico. En el país –comenta– los casos no tuvieron consecuencias graves. Pero en otros países, jóvenes necesitaron de una traqueotomía, ya que se cerraron sus vías respiratorias.
El reto de la ballena azul también tuvo su momento de moda. Consistía en que los jóvenes se ahorcaban hasta devanecerse.
Nicolás Reyes, exsecretario técnico del Consejo Nacional para la Igualdad Itergeneracional (CNII) recuerda el reto 48 horas: los estudiantes probaban desapareciendo de sus casas por ese tiempo hasta generar alertas en su familia y escuela.
La terapeuta sistémica Gissela Echeverría dice que no se debe dar celulares a los chicos menores de 14 años bajo ningún concepto y que se deben firmar contratos donde se explica que el teléfono es propiedad de los padres y que es responsabilidad de estos cuidar el buen uso que los chicos hagan del teléfono.
“Si los padres ven cosas que consideran inadecuadas tienen la obligación de aplicar una consecuencia: que si no usan bien y de acuerdo al contrato, pierden el derecho de uso del teléfono o aparto tecnológico”.
FUENTE : EL COMERCIO