Ella es extrovertida y tiene una sonrisa contagiosa. Él, en cambio, es más reservado. La venezolana María Angélica Bareño, de 34 años, y el ecuatoriano Andrés Morillo, de 33, han logrado superar diferencias culturales y formar una familia.
Ellos se conocieron hace dos años, en el 2018. Su primer encuentro no fue romántico; simplemente ella se acercó a preguntar por un préstamo y él la atendió. Desde ese momento no se han separado. “Salimos, nos conocimos y luego de cuatro meses de noviazgo nos casamos”, relató el joven profesional.
Andrés y María Angélica son parte de las 1 205 parejas de ecuatorianos y venezolanos que han contraído matrimonio entre 2017 y 2019. La mayoría está en Pichincha, con 631. Le sigue Guayas, con 449, y Azuay, con 89.
María Angélica dejó su natal Cojedes, en el centro-oeste de ese país, por la crisis económica y política. Lo hizo al igual que más de 4,7 millones de personas refugiadas y migrantes de esa nacionalidad, distribuidas en todo el mundo. Estas cifras constan en la página de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur). Solo en Ecuador se calcula que en el 2019 hubo 115 846 extranjeros que llegaron y se quedaron en territorio nacional, según datos del Ministerio de Gobierno.
Cuando ella arribó en el 2014 a Ecuador -reconoce- estaba muy arraigada a lo suyo, a su Venezuela. Pronto se dio cuenta que debía soltar todo y construir un nuevo camino en el país que la acogió. “Así mejoraron las cosas y pude emprender nuevos proyectos. Incluso pude tener más amigos ecuatorianos”.
María Angélica reconoce que ya está adaptada a esta tierra y a la gente, pero aún no se acostumbra a algunos platillos ecuatorianos, en especial, al cuy – típico de Tulcán, provincia de nacimiento de Andrés-. Mientras que el joven no tiene problemas con los alimentos. Las tradicionales arepas y empanadas venezolanas le gustan, confiesa.
Unos meses después de su llegada, esta abogada, quien trabajó como asesora legal de la Policía de su país, se unió con un colega ecuatoriano para ejercer su profesión. Durante un tiempo laboró y se desempeñó en su profesión. Hoy hizo un alto para dedicarse a su hija María Victoria, quien está a punto de cumplir el primer año de vida.
Mirar a su esposa con su hija en brazos es una de las imágenes que más atesora Andrés. Él se emociona con ese recuerdo y dice que ese día fue maravilloso. “Verlas es el momento más bonito de mi vida”.
Para ella, el mejor recuerdo fue cuando Andrés le pidió matrimonio. Fue cómico, ya que la propuesta fue en el mismo lugar en el que se dieron su primer beso: en el cine. Luego, “tuvo que pedir mi mano vía telefónica, ya que mis papás están en Venezuela”.
Andrés aún no conoce la tierra de su esposa. No ha podido ir por motivos laborales; su trabajo ha copado todo su tiempo. “Él es muy detallista y me regaló un pasaje para que pueda viajar y reencontrarme con mis padres. Ahora esperamos viajar en familia”.
Esta pareja ecuatoriano-venezolana tiene varios proyectos juntos. El principal es fortalecer la familia y ver crecer a la pequeña María Victoria en un país de paz y sin
El pasado miércoles 5 de febrero del 2020, el Gobierno insistió en la necesidad de implementar lo que ha llamado «reglas claras que se apliquen a todos (los migrantes)». La actual ministra de Gobierno, María Paula Romo, manifestó que la actual normativa limita la acción en materia migratoria. “Había mucha debilidad en los controles. Hoy tenemos pleno control en 28 puntos migratorios. Hay intercambio de datos para políticas de seguridad hemisférica, regional. Pero necesitamos herramientas como la Ley”. Y complementó que con las actuales reformas habrán mejores herramientas para sancionar a quienes cometan delitos como asesinato.
Sobre el tema, esta pareja considera que sí debe haber un mayor control. «No todos han hecho las cosas bien. Han venido hacer daño», reflexiona la oriunda del estado de Cojedes.
FUENTE : EL COMERCIO