El líder opositor ruso Alexey Navalny, que este jueves 20 de agosto presentó aparentemente problemas de envenenamiento, ha reconocido durante mucho tiempo los riesgos de enfrentarse al Kremlin: el activista anticorrupción ha sido encarcelado en repetidas ocasiones y ha pasado largos periodos en custodia por organizar protestas políticas.
Pero la noticia de que Navalny se enfermó gravementepor un supuesto envenenamiento generó una nueva conmoción para la sociedad rusa. Aunque los médicos todavía deben determinar de manera concluyente la causa de su enfermedad, la posibilidad de que haya sido envenenado plantea paralelos preocupantes con algunos de los asesinatos políticos más descarados del pasado reciente de Rusia.
La audiencia internacional puede recordar dos casos: el asesinato del exagente ruso Alexander Litvinenko, quien fue envenenado en Londres en 2006, y el ataque con un agente neurotóxico en Salisbury en 2018.
Ambos casos involucraron venenos extraños y personas específicas que se consideraban irritantes para el Kremlin. La sustancia utilizada para acabar con la vida de Litvinenko fue un radioisótopo poco común, el polonio-210. En Salisbury, mientras que el exagente ruso Sergei Skripal y su hija Yulia cayeron enfermos por Novichok, un agente neurotóxico de grado militar. Una pareja de Gran Bretaña, Dawn Sturgess y Charlie Rowley, también estuvieron expuestos a la sustancia. Sturgess murió posteriormente.
El Kremlin ha negado sistemáticamente su participación en estos dos ataques de alto perfil. Pero los gobiernos occidentales, investigadores independientes y observadores de Rusia ven un patrón consistente de participación por parte del estado ruso en asesinatos dentro y fuera de Rusia.
Pero el aparente envenenamiento de Navalny también se produce cuando la sociedad civil rusa está absorta ante los acontecimientos cercanos: las protestas masivas que han arrasado Belarús por un aparente fraude en la reelección de Alexander Lukashenko.
En los últimos días, Navalny hizo una cobertura destacada de los eventos en Belarús a través de sus programas en línea, y ha hablado enérgicamente en apoyo de la oposición de ese país. En su opinión, está claro que la confrontación de Lukashenko con su propia gente es el presagio de una lucha potencialmente más grande: algún enfrentamiento futuro entre Putin y una oposición motivada, bien organizada y masiva.