Según la ONU a los hombres se les paga mejor que a las mujeres a nivel mundial. La llegada del sueldo puede traer una sensación de alivio, satisfacción o alegría, pero también puede representar una injusticia: una expresión de las desigualdades persistentes entre las mujeres y los hombres en el lugar de trabajo.
A nivel mundial, la brecha salarial de género es del 16%, lo que significa que las trabajadoras ganan en promedio el 84% de lo que ganan los hombres.
En Ecuador, según el Instituto Nacional de estadísticas y Censos, hasta diciembre de 2019, las mujeres percibían remuneraciones 20% menores que sus pares hombres. En el caso de las mujeres de afrodescendientes, indígenas, inmigrantes y mujeres madres, la diferencia es incluso mayor.
Estas discrepancias salariales se suman y tienen consecuencias negativas diarias y reales para las mujeres y sus familias. A nivel global, se estima que los efectos generalizados de la COVID-19 podrían empujar a 96 millones de personas en todo el mundo a la pobreza extrema para el año 2021, lo que llevaría a 435 millones el número de mujeres y niñas que viven con USD 1,90 por día.
Este 18 de septiembre se celebra por primera vez el Día Internacional de la Igualdad Salarial, una fecha que permite visibilizar que, pese a las mejoras, aún resta mucho trabajo para eliminar la brecha salarial de género. Esta fecha fue adoptada por la Asamblea General en diciembre de 2019 mediante una resolución que, entre otras cosas reconoce que el trabajo realizado tradicionalmente por las mujeres se ha visto infravalorado y que la eliminación de la desigualdad salarial ha resultado ser particularmente difícil.
En las últimas decadas, muchos gobiernos de todo el mundo han reforzado la legislación contra la discriminación, han mejorado el acceso de las mujeres y las niñas a la educación y la capacitación y han introducido políticas favorables a las familias destinadas a garantizar que todos los hombres y mujeres puedan participar plenamente en el mercado laboral.
También, muchos empleadores han ejecutado programas y prácticas destinadas a erradicar la discriminación y apoyar las carreras de las mujeres, mientras que los sindicatos han ampliado sus prioridades en los procesos de negociación colectiva para incluir cuestiones de equilibrio entre vida profesional y familiar que son claves para avanzar hacia un mundo del trabajo mas inclusivo, igualitario y eficiente.