La OMS propuso usar el alfabeto griego para designar las variantes del coronavirus y así evitar problemas discriminatorios a los países que reportan las nuevas cepas. Pero no se pueden usar todas las letras.
Culpar a otros países de enfermedades y virus, es una estrategia para desviar la atención de la propia pésima gestión sanitaria. Así fue el caso del expresidente estadounidense, Donald Trump, quien se refirió al SARS-CoV-2 como el «virus de China”, cuando se sintió presionado por la creciente cantidad de casos en su país, dice Jerome Viala-Gaudefroy, profesor asistente de la Universidad CY Cergy de París, quien investiga el origen de la nomenclatura de las enfermedades.
La llamada gripe española, un virus devastador que mató a millones de personas tras la Primera Guerra Mundial, probablemente se originó en EE. UU., pero se relacionó con España, el país donde se identificó por primera vez.
A medida que Trump y su partido en 2020 continuaron calificando al coronavirus de «gripe china» y transmitiendo la teoría infundada de que se originó en un laboratorio de Wuhan, los estadounidenses de origen asiático sufrieron cada vez más ataques.
También en el norte de la India, los lugareños de «apariencia china», que vivían en las zonas fronterizas con China, fueron objetivo de abusos y se vieron obligados a ponerse en cuarentena, incluso sin tener síntomas de COVID-19.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió ya en 2015 una directiva de buenas prácticas para nombrar nuevas enfermedades y así evitar «ofender a cualquier grupo cultural, social, nacional, regional, profesional o étnico».
«Las expresiones de racismo y xenofobia en línea relacionadas con COVID-19 han incluido acoso, discurso de odio, proliferación de estereotipos discriminatorios y teorías conspirativas», dijo E. Tendayi Achiume, relator especial de las Naciones Unidas sobre el racismo, en marzo de 2020.
«No es sorprendente que los líderes, que intentan atribuir el COVID-19 a ciertos grupos nacionales o étnicos, sean los mismos líderes populistas nacionalistas que han hecho de la retórica racista y xenófoba el eje central de sus plataformas políticas», criticó.
Nuevos nombres para variantes, problemas de siempre
Cuando el coronavirus mutó, las variantes volvieron a llamarse como su supuestos lugares de origen, por ejemplo, la variante india.
La etnicización de los nombres de estas variantes motivó a la OMS en mayo de 2021, casi 18 meses después de la aparición del virus, a utilizar letras griegas para las variantes del SARS-CoV-2: la primera, identificada por primera vez en el Reino Unido, se convirtió en alfa y la variante india, en delta.
Maria Van Kerkhove, jefa técnica de la OMS y epimidióloga de enfermedades infecciosas, dijo que «ningún país debe ser estigmatizado por detectar y reportar variantes del COVID».
Sin embargo, después de que se usara el alfabeto griego como herramienta neutral para nombrar variantes de virus, surgieron de nuevo problemas, ya que la letra griega «xi» se consideró muy similar al nombre del líder chino Xi Jinping, lo que podría reavivar el sentimiento anti asiático.
La variante más reciente, detectada por primera vez en Sudáfrica (B.1.1.529), se denominó «ómicron». Sin embargo, los medios de comunicación se refirieron a esa cepa de COVID-19 como la variante de Sudáfrica, lo que refuerza una asociación con África.
Fuente: Made for MInds
Foto: Cortesía