Tras la euforia de 31 de diciembre, Quito lució en calma el domingo 1 de enero de 2023. Las calles vacías, la recolección de basura y el ciclopaseo caracterizaron el pulso de la capital.
Bajo un sol radiante, las arterias viales y barrios donde se concentraron los festejos se mostraban abandonados.
¿El tráfico? Fluido y sin mayor congestión. Escasos rezagos de ceniza, botellas de cristal y basura evidenciaban lo vivido en la noche vieja.
El sector de la Rumiñahui, protagonista de ‘viudas’, monigotes y fiestas estaba transformado. La avenida Real Audiencia, que atraviesa la zona, contaba con un par de comercios abiertos y, en pocos tramos, acumulaba los desechos.
La ciudadanía había sido advertida de la multa de USD 275 que implicaba la quema de monigotes en vía pública y tampoco se arriesgó.
En barrios aledaños como la Kennedy y la Luz, el ambiente era similar. De igual forma, la calle Ramón Borja y la avenida 6 de diciembre -previamente colmadas de celebraciones- estaban apagadas. Silencio. Las imágenes recordaban a la época de la pandemia de covid-19, cuando el confinamiento y distanciamiento social privaron a la población de tales eventos.
Un oasis dentro del atípico ritmo de la ciudad se hacía presente en zona del hipercentro. Aunque sus característicos centros comerciales permanecían cerrados y los bulevares de la avenida Shyris y Naciones Unidas estaban desiertos, el Parque La Carolina era el punto de concentración.
La actividad deportiva, los paseos familiares, corredores y ciclistas adornaban el lugar y rompían el molde. Otra forma de recibir el año nuevo.
En conjunto con la oferta previa, el ciclopaseo también fue otra de las opciones que mostró normalidad. La alternativa de cada domingo acogió a los asistentes que continuaban con la ruta que atraviesa la ciudad o ingresaban al parque.
El trayecto habilitado para las bicicletas impedía la circulación en partes del centro de la ciudad, como es habitual. En aquel espacio, escenarios mixtos convivían en torno al movimiento. Lo vertiginoso se mezclaba con la serenidad.
En el sector de la Marín, el comercio no se había paralizado ni tampoco la concurrencia de peatones. Los negocios de comidas, peluquerías, tiendas y demás variedades atendían. El año nuevo tampoco había sido un impedimento para los vendedores ambulantes, que se tomaban las veredas para ofertar sus productos.
Aunque aquella parte se encontraba fluida, las calles en ascenso hacia la Plaza de la Independencia y las transversales volvían a mostrarse en quietud. La presencia turística maquillaba el escenario.
El 2 de enero, Quito tampoco tendrá la necesidad de volver a su trajín, pues aquel día será feriado a consecuencia del 1 de enero. A partir del martes 3 de enero, la ciudad podrá retornar a sus actividades rutinarias y sus habitantes continuarán con el año nuevo.
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