Casi 75 segundos: ese fue el tiempo que le tomó al peor sismo de Ecuador en décadas estremecer al país y dejar 671 personas muertas. Con una magnitud de 7,8 en la escala de Richter, el terremoto del 16 de abril de 2016 marcó el nombre de una tragedia que apenas empezaban a memorizar los sobrevivientes. Mientras la información de las zonas más afectadas comenzaba a difundirse, el epicentro fue en Pedernales, los cuerpos de socorro apuraban la búsqueda y la asistencia de personas. Todo bajo las réplicas que no daban tregua: fueron 3.429 en los siguientes días, de las cuales nueve fueron mayores a 6 grados. Y entonces empezó el lento camino de reconstruir lo que se derrumbó en menos de un minuto y medio.
“Salí a comer y mi esposa no me quiso acompañar, nunca más la volví a ver”, cuenta Orestes Zambrano oriundo del sitio San Juan de Manta. Ese es su primer recuerdo del terremoto de Manabí, del que este domingo, 16 de abril de 2023, se cumplen siete años.
Orestes es albañil y el 16 de abril de 2016 salió cerca de las 18:00 de su trabajo para ir a merendar.
Llamó a su esposa para invitarla, aunque ella le dijo que no quería moverse de casa.
Terremoto de magnitud 7.8 grados
Lo que sucedió después le arrancó el corazón a Orestes. El terremoto de magnitud 7.8 grados que sacudió las costas ecuatorianas en aquel día derrumbó su vivienda y acabó con la vida de su esposa.
“Entre la oscuridad, la angustia de la gente en las calles quise llegar pronto a verla, solo había polvo y vecinos llorando y gritando”, cuenta Zambrano.
Él ahora vive cerca de Portoviejo. Tomó la decisión de reiniciar su vida sin olvidar su amor. ¿Resiliente?, sí. Una semana después del movimiento telúrico inició actividades comerciales, dice que la gente buscaba comida, entonces decidió vender plátanos y frutas en la carretera. “Los manabas lloramos pero no nos detenemos”.
Dicen que la resiliencia permite a la gente desarrollar la capacidad de saber afrontar acontecimientos adversos de forma constructiva. Que enseña a adaptarse y fortalecerse al vivir un suceso traumático.
Entonces sí, quienes ahora cuentan la historia y lecciones del terremoto y sus formas de vivir actual, son verdaderos resilientes. O como ellos se autodenominaron para una gran campaña de ayuda: “Manaba con alma de acero”.
Sylvia salió a comprar
Sylvia Toala es comerciante y tenía un almacén de decoración llamado Casa Bella. Aquel 16 de abril cerró unos minutos antes para ir a comprar carne que debía llevar a su hogar.
Mientras caminaba por el centro la tierra comenzó a moverse fuertemente. “Pude ver la forma cómo los edificios se venían al piso y oír los gritos de las personas”. Sin embargo, nunca se imaginó que su local también se derrumbaría.
Logró llegar a su casa, ver a los suyos y agradecer por estar vivos y juntos. Al día siguiente decidió ir a su Casa Bella. “Sentía que me iba a dar algo, pero somos valientes. Hoy soy un mejor ser humano, valoro más la vida, perdí mucho pero ahora soy más feliz”.
Para reactivarse y pagar deudas decidió tomar nueva mercadería y comenzar a vender puerta a puerta en las provincias que no fueron afectadas. “Me fui a Cotopaxi y otros lugares a golpear puertas de casas lindas que encontraba y así volví a comenzar”.
Ahora ya tiene nuevamente su propio local, más pequeño, y como ella dice: “más acogedor”.
Wilfrido vio a su hijo fallecido
Wilfrido Pinargote ha dedicado toda su vida adulta a la venta de zapatos nacionales. Antes lo hacía en el antiguo centro comercial de Portoviejo. Aquella tarde, del 16 de abril de 2016, decidió cerrar temprano e ir con su esposa a la finca que tenía cerca de la ciudad.
El terremoto los sorprendió en el campo. “Ver y escuchar a los animales asustados y avisando es estremecedor”, cuenta aún con voz triste.
Aquella vez dejó a su esposa en la finca y él salió a rumbo a Portoviejo. Se encontró con todo destruído. Su local comercial ya no existía. Pero eso no era todo.
Su hijo junto a su novia, dos jóvenes doctores habían llegado a verlos, encontraron el local cerrado y no alcanzaron a salir del centro comercial cuando la tierra comenzó a moverse. Pinargote logró ingresar y en medio de los escombros encontró los cuerpos de los dos jóvenes.
“Pensé que ya no había vida después de esto”. Sin embargo, encontró fortaleza en su familia y esposa. Pocas semanas después del terremoto alquiló un pequeño local para reiniciar su negocio.
Ahora está terminando la construcción de su nuevo local, muy cerca de lo que es el nuevo centro comercial de Portoviejo. “He tratado de olvidar lo que vi esa noche, me quedo con la sonrisa de mi hijo. Él quería que yo siempre esté bien y eso hago”.
El centro comercial de Portoviejo ahora es el nuevo espacio de transacciones en la capital Manabita. Se inauguró hace un mes como homenaje a los 488 años de fundación española de San Gregorio de Portoviejo.
Desde hace siete años atrás no había en la ciudad un espacio comercial así. Tiene una moderna, inclusiva y llamativa infraestructura, trabajada en convenio con el GAD de Portoviejo y empresas privadas.
Durante este tiempo se ha logrado ver más en la capital de los manabitas. La ciudad ha vivido un atractivo proceso de regeneración urbana. Ahora se la llama “la ciudad de los parques”.
El terremoto
El 16 de abril de 2016, Ecuador vivió el considerado su peor terremoto. El sismo fue de magnitud 7.8 grados en la zona costera del país.
Hasta el 20 de mayo se registraron ocho réplicas de más de 6 grados en la escala de Ritcher, sentidas en gran parte del país.
Ocurrió a las 18:58 y el epicentro fue entre las parroquias Pedernales y Cojimíes. El movimiento sísmico se sintió en gran parte de Colombia y Perú.
Fuente: El Comercio