Los servicios que ofrecen las personas en la Selva del Darién se volvió un negocio lucrativo, debido a la cantidad de migrantes irregulares que cruzan por el lugar. El trayecto en lancha para llegar a la jungla cuesta USD 40, un guía para la selva sale a USD 170, un cargador de mochila vale USD 100, un plato de pollo con arroz cuesta USD 10.
Así lo reveló un reportaje de The New York Times. El medio indicó que los emprendedores que lucran en el Darién no son contrabandistas clandestinos, sino políticos, empresarios destacados y líderes electos. “Hemos organizado todo. Los lancheros, los guías, los cargabolsos”, dijo Darwin García, miembro electo de una junta de acción comunal y exconcejal de Acandí, un municipio colombiano, donde empieza la selva. El hermano menor de García, Luis Fernando Martínez, líder de una asociación local de turismo, es en la actualidad uno de los principales candidatos a la alcaldía de Acandí y defiende el negocio de la migración, como la única industria rentable en un lugar que, “anteriormente”, dijo, “no tenía una vocación económica definida”.
En ausencia del gobierno de Colombia, los líderes locales han decidido encargarse de la migración. Así hoy el negocio lo manejan integrantes electos de la junta de acción comunal, como García, a través de una organización fundada por el presidente de la junta y su familia, que se llama Fundación Social Nueva Luz del Darién. Esta se encarga de gestionar toda la ruta desde Acandí hasta la frontera con Panamá, fijando precios por el trayecto, recaudando tarifas y operando extensos campamentos en medio de la selva.
Grupo armado
El Times indicó que la fundación ha contratado a más de 2 000 guías locales y cargadores de mochilas y los ha organizado en equipos. Los migrantes pagan los que la fundación llama “servicios”. Entre ellos, el paquete básico de guía y seguridad por la frontera, a USD 170. Después, un “asesor” de migración procede a ponerles en la muñeca dos brazaletes de papel como comprobante de pago.
García aseguró que las labores de la fundación son legales, en parte porque guían a las personas hacia una frontera internacional, pero no las cruzan. Sin embargo, “sobre el negocio” se cierne un grupo armado y de narcotraficantes llamado Autodefensas Gaitanistas de Colombia, conocido como Clan del Golfo.
Su control sobre esta parte del norte de Colombia es tan absoluto que la Defensoría del Pueblo señaló que el grupo es el actor armado “hegemónico” de la región. García, miembro de la Junta de Acción Comunal, reconoció que el grupo “pone la seguridad” en la zona, pero insistió en que la fundación era una entidad completamente independiente. “Yo no hago parte del Clan del Golfo”, dijo.
En un comunicado, el grupo armado dijo no beneficiarse, “de ninguna manera”, del “negocio que trafica con las ilusiones de los migrantes”. Por su parte, Gustavo Petro, presidente de Colombia, mencionó que el Clan del Golfo ganaba USD 30 millones anuales por concepto del negocio migratorio.
Seguridad en la zona
Las muertes de migrantes en la porción colombiana del Darién ahora parecen ser relativamente pocas, dijeron los trabajadores humanitarios. Esto debido a que el grupo armado Gaitanista, o Clan del Golfo, se dio cuenta de que la mala reputación del Darién le hace daño al negocio. Las autoridades locales hoy dicen que el grupo estableció una política, a fin de seguir captando clientes. Cualquier persona que robe, viole o mate a un migrante enfrentará un castigo, que podría ser incluso la muerte.
Foto cortesía: Radio Pichincha