Rusia afirma tener la “prueba” en que los autores del atentado en una sala de conciertos, cerca de Moscú, tenían vínculos con “nacionalistas ucranianos”.
El ataque que se produjo en el Crocus City Hall, fue reivindicado por el Estado Islámico (EI), sin embargo, las autoridades rusas han estado insistiendo durante varios días en la pista ucraniana.
Ucrania y sus aliados niegan rotundamente cualquier implicación en la matanza y sostienen que el Kremlin, en medio del conflicto armado con Ucrania, está intentando responsabilizar a su vecino por razones políticas.
El Comité de Investigación ruso ha anunciado la obtención de nuevos elementos que respaldarían la hipótesis ucraniana. A través de un comunicado en Telegram, el Comité señaló que “el trabajo llevado a cabo con los terroristas detenidos, el examen de los dispositivos técnicos que llevaban y el análisis de las transacciones financieras permitieron obtener pruebas de sus vínculos con los nacionalistas ucranianos”. Según esta entidad, los cuatro atacantes recibieron “importantes sumas de dinero y criptomonedas de origen ucraniano, que utilizaron para planificar el crimen”. Sin embargo, hasta el momento, no se han proporcionado documentos o pruebas concretas que respalden estas afirmaciones.
Los investigadores también anunciaron el arresto de un nuevo sospechoso, a quien acusan de haber contribuido financieramente al ataque. Con esta detención, el número total de personas arrestadas en relación con la masacre asciende a doce, incluidos los cuatro presuntos atacantes. De estos, ocho han sido acusados formalmente y están bajo detención preventiva.
Por otro lado, la Casa Blanca ha criticado a Rusia por intentar difundir una “propaganda absurda” sobre el atentado, atribuyendo la responsabilidad exclusiva del mismo al Estado Islámico. El ataque tuvo lugar el 22 de marzo, antes de un concierto del grupo de rock ruso Piknik, en el Crocus City Hall, ubicado en Krasnogorsk, un suburbio del noroeste de Moscú.
Los atacantes irrumpieron en la sala y abrieron fuego con armas automáticas, provocando un incendio en el edificio. Este atentado, considerado el más mortífero en Rusia en las últimas dos décadas, resultó en al menos 143 personas fallecidas y 360 heridas, incluidos niños. Según el presidente Vladimir Putin, los cuatro agresores fueron capturados en la región rusa de Briansk mientras intentaban escapar hacia Ucrania. Estados Unidos afirmó haber advertido a Rusia en marzo sobre la posibilidad de un ataque terrorista dirigido contra grandes concentraciones en Moscú.