En el Día del Padre, tres hombres de Guayaquil comparten sus historias de lucha y sacrificio, Euclides Castañeda, Fabricio Salinas y Jorge Mera trabajan en las calles de la ciudad, enfrentando múltiples desafíos para mantener a sus familias. A través de la venta de productos, el reciclaje y el arte del circo, estos padres buscan brindar un futuro mejor a sus hijos.
Euclides Castañeda, de 49 años, ha estado trabajando en las calles de Guayaquil desde los ocho años. Vestido con un buzo rojo para protegerse del sol, vende paquetes de pañitos húmedos, cotonetes y láminas protectoras en la esquina de 9 de Octubre y Carchi. Su jornada laboral comienza a las 07:00 y se extiende hasta las 17:00 o 18:00, de lunes a sábado. Los domingos, cambia de escenario y se traslada al pueblo de Samborondón, con sus ingresos diarios, que oscilan alrededor de los $30, Euclides sostiene a su esposa, a tres sobrinos que considera como hijos, y a sus padres, a pesar de las dificultades, Euclides se mantiene optimista y sueña con un futuro mejor para sus hijos, animándolos a continuar con sus estudios.
Fabricio Salinas, de 52 años, recorre varios barrios del norte de Guayaquil recolectando materiales reciclables como plásticos, cartón y fierros. Desde los 15 años, ha combinado esta labor con otros trabajos, pero en la última década se ha enfocado en el reciclaje. Sus jornadas comienzan a las 17:00 y terminan cerca de la medianoche. Fabricio se enorgullece de que sus dos hijos, de 21 y 23 años, hayan terminado el colegio y ahora estén en la universidad, además del reciclaje, él recolecta objetos antiguos que luego vende en el suburbio los domingos, con los ingresos obtenidos, mantiene a su familia y sueña con ver a sus hijos convertidos en profesionales.
Jorge Mera, de 26 años, realiza shows de malabares y equilibrismo en distintos puntos de Guayaquil para sostener a su hijo de cuatro años y a dos hijastros, comenzó a hacer malabares a los 12 años para ayudar a su madre, que no podía darle suficiente dinero para asistir a la escuela. Aunque trabajó durante tres años como empacador en una empresa, volvió a los malabares y a la vida circense, combinando estos con presentaciones en fiestas particulares. Jorge aspira a estudiar una licenciatura en Artes y montar una empresa de animaciones, con sus ingresos, cubre los gastos diarios de su familia y los tratamientos médicos de su hijo menor.
Las historias de Euclides, Fabricio y Jorge destacan la resiliencia y el sacrificio de estos padres en su lucha diaria por mantener a sus familias. A través de diversas actividades en las calles de Guayaquil, estos hombres no solo buscan ingresos, sino también brindar un ejemplo de perseverancia y esperanza a sus hijos, enfrentando desafíos diarios, cada uno de ellos trabaja con la esperanza de un futuro mejor y más seguro para sus seres queridos.