Por: Xavier Lasso Mendoza
Me sorprendes, hemos venido del mismo padre y la misma madre, de un hogar con claros valores, sustentados en el respeto y la lealtad. Yo vine a este mundo primero, antes que tú, y mi afán, desde que tuve mis primeras alas, fue salir a poner en práctica lo que me habían enseñado: amar lo bello, un buen libro, una buena música y, sobre todo, decir la verdad como mis padres me inculcaron.
En cambio tú, con tu temprana pasión por el dinero, te convertiste en divagante: te volviste loco, perdiste el rumbo y andas por ahí extraviado, agrediendo. Te volviste deleble y lo demostraste con la pésima pasantía por Carondelet. Te recuerdo llorando desconsolado porque ibas a perder dinero, porque alguna jugada no había salido según lo planificado: te recuerdo dispuesto a cualquier cosa por amasar fortuna material: tu vanidad te hizo coleccionista de fotos, algunos de los rostros que cuelgan en las paredes de tu casa son impresentables.
Los años te han hecho adquirir tintes esperpénticos, ceremonioso bobo. Es una pena, mejor hubiera sido que no tengas otro de tus tantos exabruptos, así me hubieses evitado estas penosas letras.