Para los ecuatorianos migrantes que han llegado a Estados Unidos, les ha tocado adaptarse a nuevas formas y espacios de trabajo, principalmente en el estado de Nueva York, donde algunos compatriotas han recurrido a “campamentos de trabajo” a cargo de la comunidad judía.
En el Estado de Nueva York habitan 1,7 millones de judíos, la comunidad más grande en Estados Unidos. Este grupo no se ha quedado fuera del efecto de la última ola migratoria en Nueva York y ha incorporado a los ecuatorianos en su economía. Incluso, les han enseñado parte de sus costumbres, conceptos básicos de la cocina kosher, como, por ejemplo, están vetadas las carnes de cerdo y de conejo; está prohibido la mezcla de la carne y la leche tanto en la preparación de alimentos como en el consumo. Asimismo, los judíos consumen solamente carne de res de animales que se hayan sometido a la «shejitá», lo que implica que el animal sea sacrificado con el menor sufrimiento posible.
La convocatoria para estos trabajos temporales en campamentos se realiza a través de reclutadores, quienes consiguen personas dispuestas a viajar por largos periodos de tiempo y atender largas jornadas de trabajo. Antes de embarcarse, los inmigrantes firman un documento en el cual liberan al empleador de cualquier responsabilidad y los blindan de futuras demandas. Con este mecanismo de contratación, los empleadores judíos obtienen trabajadores cualificados a cambio del salario mínimo.
Como es el caso de Alexander quien llegó a Estados Unidos con la finalidad de amasar la mayor cantidad de dinero posible. Ante la necesidad laboral, debió adaptarse a las nuevas formas de vida, conocer y respetar las reglas del judaísmo, una religión desconocida para el ecuatoriano. El es un padre de familia y aceptó un trato temporal que le dejaría buenas ganancias y que implicaba permanecer durante tres meses en un campamento de trabajo, dirigido por judíos que buscan mano de obra que conozca sus tradiciones, para atender los sitios turísticos de verano, destinados específicamente para esta comunidad.
El ecuatoriano recibiría un pago de USD 15 por hora, tendría un sitio para dormir, las tres comidas diarias y transporte. Su jornada empezaba a las 10:00 y terminaba a las 02:00 de la madrugada, esto le significaba una ganancia diaria de USD 240.
De acuerdo con la Carta de los Derechos de los Trabajadores de Nueva York establece que, si bien el salario mínimo de un trabajador es de USD 15, mientras que las horas extras que son aquellas que superan las 40 horas semanales deberán ser pagadas, al menos, con 1,5 veces su tarifa salarial regular.
Por ello para Alexander, todo ese esfuerzo y días ininterrumpidos de trabajo valían la pena cada quincena, cuando recibía en efectivo un promedio de USD 3.000: por haber trabajado más de 100 horas semanales. A pesar de que el campamento presenta algunos inconvenientes en cuanto a señal débil, habitaciones pequeñas compartidas, baños obstruidos, etc. Su pago cada quincena era su recompensa.
También existen casos de inmigrantes que han acudido a estos campamentos durante seis meses, donde los trabajadores migrantes tienen múltiples tareas: limpiar baños, parquear vehículos, atender a los animales de una granja o supervisar a los niños mientras utilizaban los inflables. Hace un año comenta un ecuatoriano que la paga semanal era USD 900 y las jornadas iban de siete a 10 horas. Al terminar el campamento los ahorros los enviaban a Ecuador.
Los migrantes califican este trabajo como «ideal» porque permite ahorrar el costo del arriendo, alimentación y transporte.