La hidroeléctrica Paute-Molino, la segunda más grande del país, ha sido la más afectada. Desde el 1 hasta el 24 de septiembre, su producción máxima fue de 593 megavatios, lo que representa solo el 59% de su capacidad total. El 23 de septiembre, esta planta estuvo fuera de operación durante 22 horas debido a la falta de agua, y cuando volvió a funcionar, solo generó 3 megavatios en dos horas. El 24 de septiembre, su producción se redujo aún más a 90 megavatios, menos del 8% de su capacidad.
La sequía que afecta a Ecuador es tan severa que el nivel del embalse de Mazar ha caído a 2.116 metros sobre el nivel del mar, un nivel crítico para la operación de las hidroeléctricas. Este embalse debería estar lleno en este momento del año, alcanzando los 2.153 msnm, para poder enfrentar los meses más secos, que suelen ser de octubre a diciembre. Aunque se esperan lluvias entre el 26 y el 29 de septiembre, los expertos advierten que no serán suficientes para revertir la crisis actual.
Los expertos han señalado que se requieren entre 10 y 15 días de lluvias torrenciales para que el embalse de Mazar pueda volver a llenarse adecuadamente. Sin embargo, las proyecciones indican que las lluvias significativas podrían no llegar hasta finales de 2024 o principios de 2025. Ante esta situación, el Gobierno ecuatoriano está considerando acelerar la implementación de motores y barcazas para generar energía a partir de combustibles fósiles, buscando mitigar el impacto de la crisis.
A medida que la producción de energía disminuye, el déficit energético en Ecuador ha aumentado. Al 18 de septiembre de 2024, el país contaba con 3.648 megavatios de capacidad, mientras que la demanda máxima puede alcanzar hasta 4.800 megavatios. Esto significa que el déficit actual es de aproximadamente 1.748 megavatios, lo que pone aún más presión sobre el sistema eléctrico nacional.
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