Aunque Ecuador es un país petrolero, atraviesa una paradoja: está cerca de importar más combustibles de los que exporta en crudo, una situación que plantea riesgos para su economía dolarizada. Al no contar con moneda propia, el país depende de un flujo constante de divisas, y durante décadas el petróleo ha sido una de sus principales fuentes de dólares. Sin embargo, si los gastos en derivados superan los ingresos por crudo, el balance se vuelve desfavorable y se reduce el aporte neto de divisas, lo que presiona las cuentas fiscales y el gasto público.
La producción nacional se ha mantenido estancada en torno a los 470.000 barriles diarios y se prevé que disminuya aún más con el cierre progresivo del bloque ITT, mientras el consumo interno de combustibles continúa en aumento. Según las proyecciones del Ministerio de Finanzas, en 2026 Ecuador exportará alrededor de USD 5.926 millones en crudo, pero gastará USD 4.981 millones en importar gasolina, diésel y gas doméstico. La diferencia es mínima para una economía que durante cinco décadas se sostuvo en el petróleo y refleja el deterioro de un sector que antes garantizaba un amplio margen de ingresos.
Ese margen, conocido como “colchón petrolero”, fue clave para sostener las cuentas fiscales y financiar subsidios. En 2022 alcanzó un récord de USD 5.726 millones, pero para 2025 apenas llegará a USD 662 millones y en 2026 a USD 945 millones. La pérdida de este colchón expone al país a cualquier variación en los precios internacionales y reduce la capacidad de sostener el gasto público.
La crisis tiene varias raíces: los problemas en los oleoductos SOTE y OCP, agravados por la erosión del río Coca y la rotura de ductos que obligaron a paralizar pozos; la reducción de inversiones y personal en Petroecuador; el cierre progresivo del ITT; y los fallos recurrentes de la Refinería Esmeraldas, cuya producción cayó 31% en 2025 tras un incendio y que opera por debajo de su capacidad, obligando a importar más derivados.
El resultado es que Ecuador vende crudo a precios relativamente bajos y compra combustibles refinados mucho más caros. Para 2026 se estima que el barril de crudo ecuatoriano se cotiza en USD 53, mientras los derivados importados alcancen USD 74. Esta diferencia debilita la seguridad energética y compromete la estabilidad fiscal.
Ante este panorama, expertos advierten que el país debe abrir la discusión sobre la transición hacia energías más limpias, la eficiencia en el consumo y el diseño de políticas integrales que incluyan alternativas como el uso de vehículos eléctricos. Otros plantean modernizar la Refinería Esmeraldas con un tren de alta conversión que aumente la producción de combustibles de calidad y reduzca residuos, o procesar el crudo directamente en refinerías extranjeras.
Foto Cortesía
