La segunda ola de covid-19 en la India, que comenzó en marzo de 2021, resultó catastrófica, con más de 400 000 casos diarios durante su pico más alto. El virus se descontroló, debido a la complacencia política y el comportamiento social. Las grandes reuniones religiosas, los mítines electorales y la socialización recreativa permitieron que el virus se apoderara de un enorme grupo de población.
Esto dio lugar a la variante Delta, ahora dominante y altamente transmisible, con enormes consecuencias para el mundo. Delta es más capaz de provocar la enfermedad en personas vacunadas o previamente infectadas que la mayoría de las otras formas del virus. Las pruebas emergentes (algunas aún están pendientes de revisión) también sugieren que la variante aumenta el riesgo de hospitalización en todos los grupos de edad.
Tras la segunda ola, un número muy elevado de indios tiene anticuerpos contra la covid-19. En encuestas recientes realizadas por las autoridades sanitarias, se ha descubierto que dos tercios de la población los tienen. Teniendo en cuenta que menos del 30% de los indios había recibido al menos una dosis de vacuna cuando se realizaron las encuestas, esto pone claramente de manifiesto la amplia propagación del virus durante la segunda fase.
La capacidad del sistema sanitario indio para responder a la segunda ola fue insuficiente, ya que los dispositivos habían retrocedido con respecto a la primera fase. Los niveles de camas en cuidados intensivos y equipadas con suministros de oxígeno se redujeron. Como resultado, el sistema sanitario del país se vio desbordado.
Por otro lado, la baja cobertura de la vacuna ha permitido la propagación del virus, también se han hecho esfuerzos para reforzar el programa de vacunación. En primavera se interrumpieron las exportaciones de dosis producidas en el país para reforzar el suministro de vacunas propias, y la adquisición de vacunas ha pasado de los gobiernos estatales al gobierno federal.