El viernes 20 de diciembre, la capital de Ucrania, Kiev, fue blanco de un catastrófico ataque por parte de Rusia, esto en respuesta al último lanzamiento perpetrado por las Fuerzas del Ejercito ucraniano, que atacaron con misiles occidentales de alta precisión una fábrica en la región rusa de Rostov. A las 7.00 de la mañana hora de Ucrania, misiles balísticos e hipersónicos rusos bombardearon Kiev, dejando el saldo de un muerto y tres heridos, de acuerdo a información de las autoridades locales.
«En respuesta a las acciones del régimen de Kiev apoyado por sus patrocinadores occidentales, esta mañana fue lanzado un ataque combinado con armas de alta precisión y largo alcance», declaró el Ministerio de Defensa ruso mediante una publicación en Telegram. Cabe recalcar que, minutos antes del impacto, la fuerza aérea ucraniana advirtió sobre el inminente bombardeo, sin embargo, no fue posible evitar que algunas víctimas resultasen ilesas, porque los misiles incluían modelos Kinzhal e Iskander, los cuales poseen una alta precisión y capacidad destructiva.
Por otro lado, también se reportó que, el ataque provocó incendios en vehículos y algunos edificios de al menos cuatro zonas de la ciudad, daños materiales relativamente leves que no pasaron a mayores. Algo similar, sucedió en las embajadas extranjeras alojadas en Ucrania, entre ellas Portugal, Argentina, Albania y Montenegro que, afortunadamente solo reportaron daños estructurales.
Paulo Rangel, ministro de Relaciones Exteriores portugués manifestó su completo rechazo ante el ataque y afirmó que presentará una «protesta formal» en la embajada rusa. «Esto es altamente condenable. Cualquier ataque de Rusia a Ucrania y a la ciudad de Kiev merece nuestra más fuerte condena, pero es absolutamente inaceptable que pueda haber ataques que tengan impacto o afecten a instalaciones diplomáticas», reiteró el ministro Rangel.