Por: Abraham Verduga
Hoy quiero hablarles desde la indignación profunda, pero también desde la convicción férrea de quien sabe que la historia se construye enfrentando a los cobardes y a los corruptos.
No puedo, ni quiero, ocultar la rabia que me habita cuando veo cómo intentan ensuciar la única riqueza que tiene mi hermano Augusto Verduga: su honra, su palabra limpia, su vida entregada a las causas justas.
Sí, lo sé, el libreto es tan burdo, tan miserable, que a ratos provocaría risa. Pero no, esto no es un chiste. No tiene ninguna gracia. Porque lo que está en juego no es solo la dignidad de un hombre, sino el futuro de un país entero.
El lawfare, ese manual infame, no solo persigue a las víctimas visibles, a los chivos expiatorios de turno. Es una maquinaria diseñada para destruir las instituciones, para contaminar de odio al pueblo, para romper los lazos que nos sostienen como sociedad.
Y aquí estamos: viendo cómo la Fiscal corrupta Diana Salazar y ese presidente sin talla ni coraje, Daniel Noboa, se confabulan para torcer la justicia, para pervertir las leyes, para distraernos del verdadero drama nacional.
Porque mientras el país se desangra, mientras miles de familias lloran a sus muertos y otros tantos huyen por miedo, ellos se entretienen fabricando farsas. Nos quieren meter al lodo, a su lodazal, para que olvidemos lo esencial: que el Ecuador vive sus horas más tristes, y que hace falta un proyecto colectivo para resucitarlo.
Por eso, después de pensarlo mucho, he decidido algo: no voy a seguir respondiendo a cada infamia. No por miedo, no por resignación, sino porque no pienso seguirles el juego. No voy a permitir que el odio nos robe el tiempo valioso que deberíamos dedicar a reconstruir esta Patria.
Desde aquí les digo: pueden inventar lo que quieran, pueden urdir todas las tramas que les dicte su desesperación, pero no lograrán quebrarnos. Porque mientras ellos siembran miedo, nosotros sembramos esperanza.
Y hoy quiero hacer un llamado, un llamado a todas las almas nobles de este país, a la mayoría: no caigamos en la provocación. No caigamos en la trampa. Hasta el 13 de abril, seguro nos lanzarán más basura, más mentiras, más veneno. Pero nosotros tenemos que mantener la mirada alta, el corazón firme, la voluntad intacta.
Nos están queriendo robar el derecho a soñar, pero no podrán. Porque ya somos miles y miles los que caminamos juntos, los que alzamos la voz, los que decimos: ¡Basta ya!
Se está levantando un gran frente popular, un torrente de pueblo digno y valiente que dice: recuperemos el Ecuador. No importa de dónde vengamos, ni qué ideología tengamos: hoy la Patria nos necesita juntos, hombro a hombro, para salir de esta noche oscura.
Compañeros, compañeras, no falta mucho. Está cerca el día en que la esperanza venza al miedo, en que el amor venza al odio.
Los abrazo con el alma y les digo: ¡que no nos queden fuerzas para rendirnos!