Rusia ha lanzado un misil balístico intercontinental (ICBM) RS-26 Rubezh como parte de un ataque reciente contra Ucrania, marcando un evento sin precedentes en el conflicto. Este misil, diseñado para portar ojivas nucleares con un alcance de hasta 5800 kilómetros, representa una herramienta estratégica clave dentro del arsenal ruso. Aunque no transportaba una carga nuclear en esta ocasión, su uso genera gran preocupación debido a su capacidad destructiva y velocidad, que lo hace difícil de interceptar.
El ataque ocurrió en medio de un aumento en las tensiones tras los recientes golpes de Ucrania con misiles de largo alcance proporcionados por EE. UU. y el Reino Unido, los cuales dañaron instalaciones en territorio ruso. La respuesta rusa busca enviar un mensaje de disuasión tanto a Ucrania como a sus aliados occidentales. Sin embargo, los analistas señalan que emplear un ICBM en un contexto convencional es inusual y costoso, lo que plantea interrogantes sobre las intenciones estratégicas del Kremlin.
En Ucrania, el ataque impactó instalaciones industriales en Dnipro, causando incendios y dejando al menos dos heridos. La falta de claridad sobre el objetivo y las especificaciones del misil ha incrementado las tensiones en la región. Al mismo tiempo, países aliados de Ucrania podrían replantearse su apoyo militar, especialmente en términos de sistemas de defensa aérea más avanzados, dado el desafío que representan estos misiles.
Además, el uso del RS-26 podría marcar un punto de inflexión en el conflicto, ya que pone de relieve el riesgo de escalada nuclear en una guerra que ya se encuentra en su tercer año. Esto subraya la necesidad de negociaciones diplomáticas para evitar una mayor desestabilización de la región y del escenario global.
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