Rusia ha anunciado que responderá de manera contundente a los recientes ataques realizados por Ucrania en territorio ruso utilizando misiles de largo alcance proporcionados por Estados Unidos. Esta escalada de violencia, que incluye ataques en Kursk y otras regiones fronterizas, marca un punto crítico en el conflicto, con posibles implicaciones para la dinámica de la guerra y las relaciones internacionales.
El Kremlin confirmó que varios misiles estadounidenses ATACMS impactaron en instalaciones clave de Kursk, causando daños en infraestructura militar y dejando soldados heridos. Aunque Rusia logró interceptar algunos de estos misiles, otros alcanzaron sus objetivos. En represalia, Moscú utilizó un misil balístico hipersónico experimental, el Oreshnik, contra instalaciones en Dnipro, Ucrania, aunque sin usar cabezas nucleares. Este misil es parte de un nuevo armamento diseñado para intensificar su respuesta militar.
Además, la situación se complica con la participación de soldados norcoreanos en apoyo a Rusia, lo que ha generado preocupación en Occidente. Estados Unidos y Reino Unido justifican el uso de sus misiles en Rusia como respuesta a la creciente cooperación militar entre Moscú y Pyongyang, subrayando el riesgo de una nueva fase en el conflicto.
Esta escalada, en un contexto de tensiones geopolíticas ya elevadas, amenaza con endurecer las posturas de todas las partes involucradas, dificultando la posibilidad de negociaciones diplomáticas para frenar la guerra en curso.
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