El gigante automotriz Volkswagen, enfrenta huelgas que afectan instalaciones clave como la planta principal de Wolfsburgo y otras en Hannover y Zwickau, representando un desafío crítico para el mayor fabricante de automóviles de Europa.
En Wolfsburgo, donde trabajan 70.000 personas, la paralización temporal significó la interrupción de la producción de cientos de vehículos.
Entre los reclamos, los trabajadores se oponen a los planes de recorte salarial del 10% y el cierre de fábricas, propuestas que han generado una fuerte resistencia por parte del sindicato IG Metall.
IG Metall señaló que las huelgas son solo el comienzo de una posible escalada. Thorsten Gröger, negociador del gremio, advirtió que Volkswagen enfrenta «la posibilidad de la guerra colectiva más dura de su historia» si no se logra un acuerdo pronto.
Las protestas incluyen manifestaciones en las plantas afectadas, con la participación de figuras como Daniela Cavallo, presidenta del comité de empresa, quien enfatizó que no solo los trabajadores deben cargar con las dificultades económicas de la compañía, por lo que aseguró que los accionistas y el comité ejecutivo también deben asumir su responsabilidad.
«Exigimos que todas las partes contribuyan. No aceptaremos que los recortes recaigan únicamente en los empleados», declaró Cavallo en un acto frente a los trabajadores.
Trasfondo de la crisis
Volkswagen ha justificado sus propuestas argumentando la necesidad de reducir costos en un contexto complejo para la industria automotriz europea. La empresa enfrenta una demanda debilitada, altos costos de producción, la presión de competidores chinos y una transición hacia los vehículos eléctricos que avanza más lentamente de lo previsto.
Entre las medidas planteadas por Volkswagen se encuentra la propuesta de cerrar tres de sus diez plantas en Alemania y así ahorrar millones de euros en costos laborales.
Aunque el sindicato propuso un camino alternativo que evita los cierres y los despidos, la dirección se ha mostrado reacia a comprometerse con esa iniciativa.
El conflicto de Volkswagen no solo amenaza con reducir la producción de vehículos, sino que también agrava la incertidumbre económica en Alemania. Este enfrentamiento ocurre en un momento de agitación política y presión sobre la industria automotriz, pilar fundamental de la economía alemana.
En paralelo, la industria vive un momento crítico: el presidente ejecutivo de Stellantis, Carlos Tavares, renunció abruptamente el domingo tras una pérdida del 40% en el valor de la compañía durante el año, un reflejo de los desafíos globales que enfrenta el sector.
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