El 31 de marzo de 1898, Eleanor subió a su habitación, se tomó una dosis de ácido prúsico y se acostó.
«Querido, muy pronto habrá terminado todo. Mi última palabra para ti es la misma que he dicho durante todos estos largos y tristes años, amor», decía una nota que había dejado.
Tras la muerte de Karl Marx, su hija menor se había enamorado perdidamente de un científico y revolucionario llamado Edward Aveling.
Mantuvieron una relación durante más de 10 años, pero en el verano previo a su muerte, Aveling la había abandonado por una joven actriz con quien se casó.
Esa traición fue un golpe durísimo.
«El 31 de marzo de 1898, regresó a la casa de Eleanor en Sydenham, probablemente para intentar extorsionarla por dinero o amenazarla con exponer la verdad sobre el hijo ‘secreto’ de (Karl) Marx», contó Faith Evans, traductora de The Daughters of Karl Marx: Family Correspondence 1866-98 («Las hijas de Karl Marx: Correspondencia familiar 1866-1898»), en un artículo de The Independent.
Se cree que cuando Aveling salió del lugar, Eleanor decidió terminar con su vida.
Pese a que es imposible determinar con precisión qué ocurrió ese jueves en esa casa londinense, trascendió que Eleanor le había pedido a su empleada que fuera a la farmacia con un papel dentro de un sobre.
«Por favor, entregar al portador cloroformo y una cantidad pequeña de ácido prúsico para perro», decía la orden, según relata Rachel Holmes en su libro Eleanor Marx: A life («Eleanor Marx: Una vida»).
La prescripción tenía las iniciales «EA» y una tarjeta del Dr. Aveling.
La empleada regresó con un paquete y se lo entregó a Eleanor, quien tenía 43 años.
Fuente: BBC MUNDO