El 10 de marzo, el gobernador de Texas, Greg Abbott, decidió suprimir la obligatoriedad de mascarillas y eliminó las restricciones de aforo de todos los negocios del estado. Fue una decisión muy polémica que provocó un intenso debate estatal, nacional e internacional. En ese momento, los nuevos casos y las hospitalizaciones estaban cayendo rápidamente, pero las vacunaciones se habían ralentizado por las fuertes nevadas de mediados de febrero.
¿Qué nos íbamos a encontrar? No estaba muy claro porque, pese a las advertencias de la misma autoridad sanitaria estatal, Texas se adentraba en un territorio relativamente nuevo. Un territorio que nos va a permitir medir, en vivo y en directo, cuándo es demasiado pronto para abrir la sociedad y la economía; o lo que es igual, qué niveles de vacunación dan pie a preparar la vuelta a la normalidad.
¿Un desastre epidemiológico o una decisión con sentido?
Hasta ahora, el ejemplo canónico de descongelamiento había sido Israel, pero las diferencias con Texas son evidentes. El país estaba cerca de el 50% de toda su población completamente vacunada cuando la gráfica de nuevos casos se desplomó. Texas, a día de hoy, solo ha vacunado completamente a poco más de tres millones de personas, un 11% de su población. El doble de texanos han recibido al menos un dosis.
Está claro que los datos de Texas son mucho mejores que los de los países europeos, pero hay que tener en cuenta que los especialistas calculan que hace falta entre un 75% y un 90% de población inmunizada para que la inmunidad de grupo empieza a tener efectos sobre la evolución epidemiológica de un lugar concreto. Y, al menos en esto, Texas parece estar lejos de conseguir esos objetivos.
En este sentido, el estado norteamericano nos va a permitir observar las consecuencias de retirar restricciones con unos niveles de vacunación importantes, pero relativamente bajos. Y digo que nos lo va a permitir porque sólo en los próximos días se empezará a notar en los registros sanitarios el efecto de retirar el confinamiento y las mascarillas obligatorias. Este margen de dos semanas (tal y como se ve en el gráfico israelí de la parte superior) es esperable y es lo que está a punto de terminar.
A partir de este momento, solo queda esperar a ver qué ocurre en el estado de la estrella solitaria. Analizar los resultados y examinar con detalle el comportamiento de los texanos para comprobar cómo se resuelven a nivel práctico muchos de los problemas que ha ocasionado la apertura del estado, será clave para diseñar las desescaladas de buena parte del mundo.