El pasado 26 de marzo en el aeropuerto de Narita, Tokio, un avión procedente de Estados Unidos aterrizó y uno de los pasajeros era una mujer asintomática que cargaba en su sistema la variante ómicron XE. Esta nueva clase de virus se detectó por primera vez en el Reino Unido en el mes de enero de este año y hasta el pasado 5 de abril se detectaron unos 1.100 casos de esa variante en el país.
Desde inicio de la pandemia en Japón se ha registrado más de 7 millones de contagios y 28.697 muertes debido al covid-19 y sus variantes.
La mujer había recibido las dos dosis de la vacuna Pfizer, y no presentó síntomas por lo que al subirse al avión su test era negativo, pero su prueba al llegar al país asiático dio un resultado positivo.
Según las autoridades del país, la paciente fue trasladada a un alojamiento designado por las propias autoridades gubernamentales hasta que cumplió su respectiva cuarentena.
El Instituto Nacional de Enfermedades analizó las muestras de la mujer y comprobaron que se trataba de la variante ómicron XE, este virus es la combinación de la cepa original BA.1 y la subvariante BA.2 que se produce cuando alguien se contagia de ambas a la vez. Su gravedad aún se encuentra bajo estudio y al parecer es más contagiosa.
El portavoz gubernamental de Japón, Hirokazu Matsuno, respondió en una rueda de prensa: “Es necesario recopilar más información para determinar sus características de propagación y la gravedad de la enfermedad. Vigilaremos de cerca el movimiento de esta mutación y haremos el test mientras atendemos a la información científica que sale y observamos la situación científica que sale y observamos la situación en otros países”.
También aclaró que estarán atentos a cualquier avance y que todavía no se ha detectado más casos a nivel comunitario.
Matsuno aseguró el país “se encuentra actualmente en un período de transición a la normalidad” al levantar las medidas de bioseguridad a mediados del mes pasado.
Hasta el momento los casos se han estancado.
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