En un contexto político donde las coyunturas suelen acaparar la atención, existen asuntos esenciales que quedan relegados del debate público. Uno de ellos es la lactancia materna. Este agosto de 2025, Ecuador conmemora la Semana Mundial de la Lactancia Materna con cifras que llaman a la reflexión y, sobre todo, a la acción.
La Encuesta Nacional de Desnutrición Infantil revela que solo el 51,2% de los bebés en el país recibe lactancia exclusiva en sus primeros seis meses de vida. Aunque este dato supera el promedio regional, resulta insuficiente para enfrentar un problema crítico: uno de cada cinco niños sufre desnutrición crónica, y en provincias como Chimborazo y zonas amazónicas, la cifra supera el 40%. Detrás de estos números hay historias de vidas que empiezan en desventaja.
La lactancia materna no solo nutre, también protege. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), reduce el riesgo de enfermedades respiratorias y gastrointestinales, favorece el desarrollo cognitivo y emocional, y aporta beneficios para la salud materna. No obstante, su ejercicio enfrenta obstáculos que van desde estereotipos sociales hasta la carencia de espacios y condiciones adecuadas en el trabajo y en lugares públicos.
En Ecuador se han logrado avances que merecen reconocimiento: actualmente funcionan 10 bancos de leche humana en ciudades como Quito, Chone, Ambato, Portoviejo, Guayaquil, Riobamba, Babahoyo y Cuenca; más de 500 grupos de apoyo en centros de salud públicos y 174 salas de apoyo a la lactancia certificadas en 2025. Esta red, impulsada por el Ministerio de Salud Pública y otras instituciones, salva vidas, aunque aún no cubre todo el territorio.
Los bancos de leche permiten que bebés en situación crítica reciban el alimento vital para sobrevivir y desarrollarse. El proceso de donación es gratuito, seguro y sencillo, pero necesita mayor difusión para motivar a más madres.
Durante la caminata 1K por la Lactancia Materna, realizada el 2 de agosto en nueve ciudades, más de 11 000 personas se sumaron a la causa. Un gesto significativo que debe convertirse en acciones constantes.
Persisten desafíos profundos: madres juzgadas por amamantar en público o, en sentido opuesto, criticadas por no poder hacerlo. Estas posturas ignoran factores como problemas de salud, condiciones laborales, falta de información o incluso violencia obstétrica.
La lucha contra la desnutrición infantil no es responsabilidad exclusiva de programas sociales, sino un compromiso compartido entre Estado, empresas, comunidad y familias.
Se requieren políticas públicas que aseguren licencias de maternidad y paternidad que faciliten la lactancia, infraestructura adecuada y campañas de sensibilización. El sector privado puede contribuir con salas de lactancia y políticas inclusivas, y la sociedad, con respeto y apoyo real.
La lactancia materna es un acto íntimo y, a la vez, una herramienta clave de salud pública. No debe depender del azar ni de tendencias pasajeras.
En un país donde miles de niños nacen condenados a la desnutrición, situar este tema en el centro del debate no es opcional: es urgente.
Porque “cada gota de leche materna es más que alimento: es un cimiento para un Ecuador con futuro”.
Fuente: cortesía