Halley VI se asienta en un área de la Antártida que sufre cambios y grietas que podrían separarlo del bloque continental. Solo tres meses al año la ocupan los científicos.
La estación está sobre una plataforma de hielo flotante de 150 metros de espesor, que fluye lentamente hacia el mar, agrietándose, rompiéndose y formando icebergs, por lo que sus ochos módulos deben ser reubicadosperiódicamente y arrastrados mediante tractores. La llaman “la base fantasma”, desde que su personal se vio forzado a desocuparla durante el invierno polar debido a un abismo en el hielo antártico donde están posados sus edificiosmóviles con patas de esquí, interconectados de modo similar a los vagones de un convoy ferroviario.
El hielo flotante donde se asienta la estación de investigación británica Halley VI, en la costa de la Antártida, sufre cambios y grietas que podrían separarlo del bloque continental y dejarlo a la deriva, lo cual obliga a reubicar la estación cuando es necesario. En 2017, los módulos fueron desacoplados y unos tractores los arrastraron 23 kilómetros, alejándola de la orilla del agua para colocarla en un sitio más seguro.
Pero la estación Halley VI (HRS-VI) sigue funcionando por sí sola, sin presencia humana, realizando experimentos clave sobre el clima, el medioambiente y el espacio exterior, recopilando y enviando datos científicos vitales, en un hecho sin precedentes.
En esta estación científica del Instituto British Antarctic Survey (BAS) del Reino Unido se realizan, por primera vez, de manera remota y autónoma investigaciones muy relevantes, como registrar la formación y la recuperación del agujero de ozono antártico a lo largo de un año. La HRS-VI lleva operando de manera continua desde hace más de cuatro meses, la mitad de los nueve meses previstos hasta que vuelva a ser reocupada, gracias a un generador de electricidad de alta tecnología capaz de funcionar en las extremas temperaturas heladas del Continente Blanco.
“La Estación de Investigación Halley continuará funcionando desocupada y de manera autónoma hasta el mes de noviembre, cuando regresará el personal humano para iniciar la temporada de trabajo de campo en la Antártida”, dice Layla Batchellier, responsable de comunicaciones científicas en el BAS británico.
Batchellier explica que la estación opera con personas solo durante el verano antártico y ha estado desocupada desde febrero, operando en condiciones de fríoextremo, gracias a un sistema de alimentación basado en una microturbina, similar al motor de un avión a reacción.
“Esta microturbina proporciona una potencia continua de unos 9 kilovatios, aunque su capacidad de generación es mayor. Se encuentra dentro de un contenedor especialmente diseñado con control de temperatura y con alimentación continua de combustible y datos, todo lo cual se controla desde la sede de BAS en la ciudad inglesa de Cambridge”, apunta. “Las grietas en la plataforma de hielo Brunt, donde se asienta la estación Halley VI, han generado inquietud sobre la estabilidad del terreno y se decidió que el personal no pasara el invierno allí hasta poder asegurar la estabilidad de la zona”.
“Es la primera vez que se utiliza una microturbina en la Antártida para impulsar la instrumentación científica de manera autónoma”, señala Thomas Barningham, jefe del proyecto de automatización de la HRS en el BAS.
Allí las condiciones invernales son brutales, por lo que nunca se sabe lo que podría suceder, pero hasta ahora los sistemas han operado a temperaturas tan bajas como los 43 grados bajo cero y han resistido velocidades de viento de hasta 43 nudos.
Tres meses de oscuridad y frío extremo
La estación, que afronta tres meses de oscuridad en invierno, cuando las temperaturas bajan a -56 ° C, se compone de módulos interconectados que se pueden reorganizar, en función de los cambios en los programas de Ciencias, y reubicar en el interior, a medida que la capa de hielo fluye hacia el mar. Sus siete módulos azules son utilizados como dormitorios, laboratorios, oficinas y plantas de energía. El de color rojo que está en el centro, tiene dos plantas y es usado como espacio social. En la estación se pueden alojar 52 personas en verano y 16 en invierno.
El equipamiento automatizado incluye estaciones meteorológicas, una red de GPSy de aparatos para monitorizar el clima del espacio exterior, la química atmosférica, el ozono de la troposfera y distintas radiaciones electromagnéticas.
La estación está sobre una plataforma de hielo flotante de 150 metros de espesor que fluye a una velocidad de 0,4 kilómetros por año hacia el mar, donde, a intervalos irregulares, se rompe formando icebergs.