Para ser dos países con una historia, circunstancias y geografía tan parecidas, Canadá y Estados Unidos han terminado teniendo una identidad nacional bien distinta.
Los dos gigantes norteamericanos comparten un continente, 8.893 kilómetros de frontera terrestre -la más larga del mundo- y una historia llena de paralelos y similitudes.
Ambos empezaron como naciones fundadas por europeos en terrenos arrebatados a los indígenas pero eventualmente, gracias a la inmigración global, se convirtieron en el último siglo en sociedades enormemente multirraciales.
Y sin embargo, pese a las coincidencias históricas, los dos países han tomado caminos culturales y políticos que a los ojos del mundo los hacen aparecer como muy disímiles.
A los canadienses les gusta pensar que tienen mejor fama que su poderoso vecino.
Se consideran, y el mundo los ve frecuentemente como más tolerantes, amables, tranquilos y menos pendencieros que los estadounidenses, una imagen que se ha acentuado en los últimos años por cuenta del insuperable contraste en el estilo de sus dos líderes actuales: Justin Trudeau y Donald Trump.
Aunque algunos escépticos advierten que la permanente comparación que los canadienses hacen con sus vecinos del sur, casi siempre para proclamarse más virtuosos, también revela inseguridades y dudas sobre su propio carácter
BBC MUNDO