Para paliar el descontento popular provocado por el manejo inicial de la pandemia, en combinación con otros agravios históricos relacionados con la salud, la educación y las pensiones, Piñera centró su capacidad de negociación en mediar en la compra de millones de dosis de vacuna de diferentes laboratorios y proveedores. Si bien la mayoría de las naciones en desarrollo han estado luchando con la falta de suministros, Chile se encuentra entre los tres principales países, junto con Canadá y el Reino Unido, en lo que respecta al número de dosis ordenadas per cápita. En septiembre, justo antes del pico de protestas, Piñera anunció asociaciones sobre el desarrollo y ensayos clínicos entre la Universidad Católica de Chile y Sinovac; la Universidad de Chile, Janssen / Johnson & Johnson y AstraZeneca; así como la Universidad de Frontera y otro laboratorio chino, CanSino Biologics. Más que eso, se acordaron compras con Pfizer, Covax, Sinovac y AstraZeneca.
Pero a pesar de la percepción de buena voluntad por parte de un gobierno de derecha impopular, el presidente aún enfrenta un camino cuesta arriba en lo que respecta a la popularidad. Para el 1 de marzo, el 83% de los chilenos consideraba que la vacunación masiva era buena o muy buena, el 58% valora el manejo general de la pandemia como positivo, pero la aprobación personal de Piñera sigue siendo solo del 24%.
La vacunación exitosa ya ha dado resultados positivos. Según el Ministerio de Salud de Chile, el número de nuevos casos de COVID-19 ha disminuido en seis de las 16 regiones del país en los últimos siete días y en ocho los últimos 14 días. Chile espera vacunar al menos a 15 millones de personas en el primer semestre, lo que permitiría al país inmunizar a toda su población a fines de junio. Estos números colocarían a Chile muy por delante en el juego de la vacunación no solo en América Latina sino en todo el mundo, lo que sugiere que un liderazgo decidido es tan importante para el bienestar de la nación como un sistema médico sólido.