Mientras la oposición liderada por Juan Guaidó busca una salida pacífica a la crisis venezolana a partir de una nueva ronda de diálogos que comenzó en México, los últimos movimientos realizados por Nicolás Maduro, lejos de mostrar voluntad alguna de dejar el poder, permiten presumir que su intención es sentar las bases de una dinastía comunista. Así como él fue elegido “a dedo” por el difunto ex presidente Hugo Chávez, su posible relevo -a largo plazo- empieza a asomar en la arena política venezolana. El elegido sería Nicolás Ernesto Maduro Guerra, su único hijo y uno de los integrantes de la delegación chavista que actualmente negocia con la oposición.
A sus 31 años, “Nicolasito”, como es conocido popularmente, ocupa una banca en la ilegítima Asamblea Nacional chavista instalada por el régimen tras las fraudulentas elecciones parlamentarias del año pasado. Anteriormente también se desempeñó como diputado por la Asamblea Nacional Constituyente (ANC).
En 2014, cuando apenas tenía 23 años, se creó un cargo para él como jefe del Cuerpo de Inspectores Especiales de la Presidencia de la República. Su trabajo era “vigilar” los recursos del Estado. Llegó a ser el principal investigador del caso Odebrecht en Venezuela. Pese a ser la segunda gran trama de corrupción -después de Brasil-, no sólo no se avanzó en las investigaciones, sino que además no hubo responsables.
Desde entonces comenzó a formar parte de los eventos más importantes del régimen. Ese mismo año fue nombrado coordinador del proyecto de la Escuela Nacional de Cine, pese a sus nulos conocimientos sobre la materia. Formado en Economía Social en la Universidad Nacional Experimental Politécnica de la Fuerza Armada Bolivariana (UNEFA), también fue incluido en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela entre 1998 y 2004.