El debate sobre la edad apropiada para que los niños tengan acceso a un teléfono inteligente ha sido avivado por un operador británico de telefonía, que ha advertido sobre los riesgos de entregar estos dispositivos a menores de 11 años. Según la guía publicada recientemente, se sugiere que los adultos sean cautelosos al permitir que los niños tan pequeños utilicen smartphones, debido a los peligros inherentes al acceso a internet y redes sociales. Esta recomendación se enmarca en un esfuerzo por proteger a los niños en el entorno digital, donde la exposición a contenido inapropiado y la adicción a las pantallas son preocupaciones crecientes.
El operador británico respalda su postura con datos alarmantes: en el Reino Unido, un 25% de los niños de entre 5 y 7 años ya posee un smartphone, según un estudio del regulador de medios Ofcom. La empresa argumenta que los niños menores de 11 años deberían limitarse a dispositivos que solo les permitan enviar mensajes de texto y hacer llamadas, evitando así el acceso irrestricto a internet. Esta medida busca reducir la exposición de los menores a los riesgos digitales hasta que alcancen una edad más adecuada para manejar tales responsabilidades.
Además, la compañía sugiere que el acceso a las redes sociales debería estar restringido para los menores de 13 años, con un control parental estricto hasta los 16 años. Esto incluiría la gestión del tiempo frente a la pantalla y el acceso a contenidos y plataformas que podrían no ser aptos para su edad. Aunque la empresa no impondrá restricciones en la venta de smartphones según la edad de los usuarios, su objetivo es guiar a los padres en la toma de decisiones informadas que beneficien a sus hijos a largo plazo.
A pesar de estas recomendaciones, la propuesta de prohibir completamente los smartphones para menores de 16 años ha sido un tema de controversia en el ámbito político. Mientras algunos diputados han sugerido que el gobierno debería considerar una prohibición total, el primer ministro Keir Starmer ha rechazado la idea, calificándola como inapropiada. La discusión refleja las tensiones entre la libertad de elección de los padres y la responsabilidad de proteger a los menores en un mundo cada vez más digitalizado.
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