En una decisión histórica que repercute en los mercados globales, el primer ministro canadiense, Mark Carney, anuncia el fin de la integración económica tradicional de Canadá con Estados Unidos. Desde la Colina del Parlamento en Ottawa, Carney declara que la larga alianza económica entre ambos vecinos «ya no sirve al interés nacional» tras la nueva ola de aranceles proteccionistas impuestos por el presidente Donald Trump. El anuncio marca la culminación de meses de crecientes tensiones comerciales y señala un giro radical en la estrategia económica de Canadá.
Carney enfatiza que Canadá debe ahora «trazar un nuevo camino hacia la soberanía económica» y priorizar la diversificación, alejándose de su vecino del sur. El primer ministro cita los últimos aranceles sobre las exportaciones de aluminio, madera y productos agrícolas como el punto de quiebre definitivo, calificándolos de «arbitrarios, injustificados y perjudiciales para los trabajadores canadienses». En su discurso, critica lo que denomina la «utilización del comercio como arma» por parte de la administración Trump y afirma que Canadá no puede seguir atado a un socio que «ya no respeta los principios de equidad y reciprocidad».
La decisión pone fin a décadas de profunda integración económica que comenzó con el Tratado de Libre Comercio entre Canadá y Estados Unidos de 1989 y que posteriormente se expandió con el TLCAN y el T-MEC. Si bien Carney no anuncia una retirada total del T-MEC, sí indica que Canadá iniciará una «revisión exhaustiva» de todos los mecanismos comerciales bilaterales y centrará su atención en el fortalecimiento de las alianzas con la Unión Europea, las economías de Asia-Pacífico y los bloques regionales de América Latina y África. Las autoridades confirman que ya se están enviando nuevas delegaciones comerciales a Tokio, Bruselas y São Paulo.
La reacción de Washington es rápida y desafiante. El presidente Trump, en un mitin en Ohio, califica el anuncio de Carney de «error» y acusa a Canadá de «dar la espalda a la mayor economía del mundo». Grupos empresariales estadounidenses expresan su preocupación por las posibles interrupciones en las cadenas de suministro transfronterizas, en particular en los sectores automotriz y energético. Sin embargo, los partidos de la oposición canadiense y los líderes provinciales apoyan ampliamente la medida, describiéndola como una defensa necesaria contra el acoso económico y una oportunidad para una renovada autonomía nacional.
Los mercados de Norteamérica reaccionan con volatilidad. El dólar canadiense cae inicialmente antes de recuperarse gracias a la confianza de los inversores en la visión a largo plazo de Carney. En Toronto, los líderes empresariales expresan un optimismo cauteloso, destacando el potencial de innovación y crecimiento en mercados globales sin explotar. Mientras Canadá redefine su identidad económica, la ruptura con Estados Unidos marca no solo un cambio geopolítico, sino el fin simbólico de una era, definida por la proximidad, la colaboración y la premisa de que ambos países siempre serían aliados en el comercio.