Un violento tornado azotó la noche de este 7 de noviembre la localidad de Rio Bonito do Iguaçu, en el estado de Paraná (Brasil), dejando al menos cinco muertos, cientos de heridos y una estela de destrucción que afectó gran parte del casco urbano.
El fenómeno meteorológico, formado por una supercélula asociada a un potente ciclón extratropical, registró rachas de viento extremas estimadas entre 180 y 250 kilómetros por hora, y fue calificado por servicios meteorológicos regionales como uno de los más intensos registrados en la zona.
Las cifras oficiales variaron según el momento del recuento, en donde autoridades estatales confirmaron inicialmente seis fallecidos y más de 400 heridos, mientras que otros reportes y balances posteriores elevaron la cifra de heridos hasta varios centenares y, en algunos conteos, hasta 700 o más; además, miles de personas quedaron desplazadas por la pérdida de viviendas.
El tornado arrasó viviendas, comercios e infraestructura, incluidos silos, estaciones de servicio y un supermercado, y dejó calles obstruidas por escombros, vehículos volcados y tendidos eléctricos derribados; autoridades locales describieron el escenario como similar al de una zona de guerra y señalaron que entre el 80 % y el 90 % de algunas áreas urbanas sufrió daños severos.
Equipos de emergencia y rescatistas trabajaron durante horas en la búsqueda y atención a víctimas; se instalaron puestos médicos y se desplegó asistencia estatal y federal, con ministros y representantes del Gobierno brasileño coordinando el envío de ayuda y la evaluación de los daños para declarar zonas de desastre y acelerar la respuesta humanitaria.
El episodio coincidió con la celebración en Brasil de una cumbre climática regional, lo que suscitó de inmediato debates públicos sobre la relación entre fenómenos extremos y el cambio climático, y motivó llamados de autoridades y expertos a reforzar sistemas de alerta temprana y planes de mitigación en áreas vulnerables.