“Una de las cosas más gratas que me ha dejado la danza ha sido justamente probar y saborear todas las dimensiones que esta te puede dar a ti como artista”, reflexiona Yesenea Mendoza en una conversación con Diario EL UNIVERSO. Este 2019 la bailarina manabita recuerda los 25 años del centro artístico que lleva su nombre.
Y no puede estar más feliz, pues la celebración es doble. Además de haber replicado su modelo de enseñanza, a través de su institución en diferentes sectores de la ciudad (suburbio, Guasmo sur, Prosperina, barrio Centenario, Villa Club y Juan Tanca Marengo) y también fuera de ella (Milagro y Olmedo, Manabí); esta semana la reconocida bailarina (el jueves) llegó a su medio siglo de vida.
Manifiesta que la mejor manera de festejar –además de pasar tiempo con su esposo Carlos Alfaro Moreno y sus cuatro hijos– es trabajar en su centro artístico, una entidad de la que está “orgullosa y agradecida”, ya que desde este espacio tanto padres como estudiantes la han dejado ser parte del proceso de formación de los futuros artistas.
Este proceso no solo se ha dado a través de sus escuelas, sino también desde la Fundación Yesenea Mendoza, creada en 2001. “Lo que he descubierto con nuestra Fundación ha sido muy satisfactorio, ha sido un encuentro a nivel humano, a nivel altruista, a nivel de crecimiento. Es tan satisfactorio que me ha llevado a ser mejor, a motivar más y a soñar más de lo que yo lo tenía planeado”.
«Saborear todas las dimensiones de la danza como bailarina, docente, directora, gestora de espectáculos y en la dimensión de fundación me ha hecho no una artista más completa, sino un ser humano mucho más completo”, Yesenea Mendoza, bailarina.
Apunta que la mayor satisfacción para ella y su equipo de trabajo es ver “el cambio de vida de seres humanos. “Tocar vidas, mejorarlas, encaminarlas, yo pienso que es de las cosas más grandes que Dios me ha dado y que lo agradezco totalmente, porque estoy tan inmersa en esto que respiro danza, respiro familia, respiro Dios”, cuenta la artista oriunda del cantón Olmedo.
Mendoza menciona que hace 25 años, cuando fundó su primera escuela, no se imaginó calar con su pedagogía dancística en tantos espacios. Lo atribuye tal vez a su “naturaleza soñadora y creativa” con la que buscaba que la danza llegara a todos los estratos posibles, y asimismo generar “cambios de raíz, reales” para que quien se viera seducido por este arte lo tomara como una filosofía de vida que requiere de disciplina y de mucha fuerza para luchar con los retos y adversidades.
Agrega que la danza es un acto de provocación con el que se puede sumar en la vida de alguien. “Un artista es provocador de inspiración y yo soy una provocadora y esa es la parte que más me encanta de todo esto que siempre me ha rodeado”, cuenta la bailarina que para enero alista la puesta en escena de Iya Aye (Madre tierra en yoruba), en el Teatro Centro de Arte.
Fuente: El Universo