Primero la dieron por fallecida, luego, el propio Registro Civil se encargó de devolverle la vida. El Consejo Nacional Electoral (CNE), sin embargo, busca mantenerla fuera de escena. El Tribunal Contencioso Electoral, en justicia, debería restituir a Verónica Silva, precandidata a la Vicepresidencia por el Partido Socialista Ecuatoriano, para que participe en las próximas elecciones generales.
Silva enfrenta un complicado proceso legal para probar que sigue viva.
Figuradamente, podría decirse que sufrió una “muerte súbita” al acudir al Registro Civil, donde al intentar inscribir a su hija, descubrió que ella misma figuraba como fallecida.
Aunque suena insólito, surgen varias preguntas sin resolver: ¿qué causó su supuesta muerte?, ¿dónde está el certificado de defunción?, ¿qué médico firmó el documento? Incluso ha viajado fuera del país, pasando controles migratorios. ¿Acaso los fantasmas cruzan fronteras? Todo un enredo de errores sin aclarar.
Afortunadamente, Verónica Silva sigue con vida, disfrutando de su familia. No obstante, mientras figure como fallecida en el padrón electoral, le han advertido que no podrá inscribirse como candidata. Aunque esté viva, esto parece no importar a la burocracia del CNE, que ignora sus derechos humanos y políticos.
El CNE, como una figura que controla el destino, intenta manipular metafóricamente el hilo de la vida electoral. No deberían imponerse trabas ni tecnicismos que limiten los derechos de los ciudadanos. Cualquier otra acción sería una flagrante violación a los principios establecidos en la Constitución.