La represión provocó que decenas de personas sufrieron mutilaciones, fracturas y pérdida de visión; las familias solicitan apoyo para cubrir los costos de tratamientos y cirugías de emergencia.
La represión militar ocurrida el 14 de octubre en Otavalo dejó profundas secuelas.
Decenas de personas resultaron gravemente lesionadas por balas, perdigones y bombas lacrimógenas, según registros de familiares y organizaciones locales.
La mayoría de las víctimas son de comunidades indígenas como Peguche, San Pedro, Cotama, San Ignacio y El Cercado, y se dedicaban a trabajos como construcción, costura o jornal.
Entre los casos más graves está José Rafael Lanchimba, de 48 años, quien perdió el ojo izquierdo por el impacto de una bomba. También Inti Pakari Córdoba, joven jornalero de San Ignacio, que necesitó un reemplazo total de cadera, y Hernán Gustavo Plinango, de 36 años, operado por una herida en el rostro causada por una bomba lacrimógena.
Varios de los heridos requieren prótesis, placas y tratamientos costosos que superan los 5.000 dólares.
